9 de Mayo. Europa ante el abismo

Tengo un amigo que cumple hoy, 9 de Mayo, 28 años. Es de Ávila, pero vive y trabaja en Milán, con su novia, una chica (seguramente encantadora) greco-francesa a la que conoció en Irlanda. (Que me perdonen si me equivocado en algún dato de sus azarosas vidas) Mi amigo, solo o acompañado se ha recorrido en los últimos años medio continente y no renuncia a recorrerse el otro medio. Hoy, casualmente, es también el día de Europa. El 9 de Mayo de 1950, a las seis de la tarde, en el Salón del Reloj del Quai d’Orsay, frente a la prensa nacional y extranjera, el ministro de exteriores francés, Robert Schuman, dio el pistoletazo de salida a la historia de éxito que condujo a la fundación de la UE: la creación de una Alta autoridad supraestatal para la gestión y comercialización del Carbón y del Acero de los países integrantes.

Hoy, 61 años después, Europa es mucho más que esa Alta Autoridad que preveía el Tratado de Roma. La Unión Europea es un espacio único en el mundo: un viejo continente perlado de Estados que tras milenios de enfrentamientos han decidido caminar juntos para buscar un futuro en común mejor. Un conjunto de países que se han dotado de instituciones comunes, que avanzan poco a poco hacia una legislación común, cediendo parcelas de poder a favor del conjunto y que ha eliminado sus fronteras interiores  y sus aduanas. Por si todo esto fuera poco, Europa es una gran mercado en el que más de doscientos millones de personas comparten una moneda común.

Volviendo la vista atrás no podemos dejar de constatar el éxito del proyecto europeo iniciado por aquellos visionarios, pero como sucede con la moneda única, la historia de la Unión también tiene su cruz y, por desgracia, las sombras atenazan el presente y el futuro del proyecto. En medio de la peor crisis económica desde 1929, el buque europeo parece zozobrar frente a las acometidas de “los mercados”, que ya han abierto tres vías de aguas en el casco del buque europeo. Además, en el puente de mando, la tripulación, en algunos casos más preocupada por sus problemas particulares que por el proyecto común, parece no ponerse de acuerdo en qué rumbo debe tomar. ¿Tiene futuro Europa? ¿Cuál?

Hace un año, los países europeos pactaban rescatar a Grecia cuando estaba al borde del abismo y obligaba a otros países a duros ajustes para poner en marcha las supuestas ayudas. Se vendió como un éxito. Un año después, la UE ha tenido que rescatar a otros dos países y se habla ya de una segunda intervención en Grecia después de que el rescate haya hundido aún más a la comatosa economía helena. La prensa alemana, que ha jugado un papel cuestionable en el último año, ha llegado a hablar incluso de la posible salida de Grecia de la moneda única, lo que equivaldría a lanzar a Grecia al abismo más profundo de la economía mundial multiplicando por dos su deuda y dificultando aún más si cabe su acceso a la financiación. ¿Es solidaridad y compromiso europeo el rescate que sirve para ganar dinero a costa del futuro de millones de ciudadanos de la Unión? No lo parece. ¿Si se pone en duda el futuro del éxito más visible de la Unión, su moneda, que le queda a Europa?

Hace poco, la ONU aceptaba la petición de la UE de tener una voz propia dentro de la Asamblea de la organización. Un triunfo para la diplomacia europea, que duda cabe, pero que, a la vista de los últimos acontecimientos, tiene poco recorrido. ¿Cuál es la postura europea que va a anunciar esa voz única? A la vista del papel jugado por Europa en los recientes acontecimientos de Libia, Egipto, Túnez o Siria, la voz europea en la ONU tendrá que segmentar sus intervenciones para acoger todas las opiniones de los estados miembros.

Está bien, económicamente el proyecto europeo adolece de ambición y de perspectivas de futuro comunes; y parece imposible articular un discurso único en política exterior sobre las voces particulares de cada Estado. Pero a parte de eso, la Unión avanza.

O no. Las instituciones europeas siguen siendo unas grandes desconocidas para los europeos, menos cuando nuestros representantes en ellas son noticia por sus corruptelas y su falta de profesionalidad. El tratado de Schengen, otro de los grandes éxitos del proyecto común, está en revisión porque los países parecen incapaces de coordinar su política migratoria y de asumir en conjunto la vigilancia de sus fronteras exteriores. Por si fuera poco, en algunos países el auge de la ultraderecha antieuropea dejó de ser una anécdota.

¿De verdad tiene futuro la Unión Europea? Sí, siempre que los ciudadanos europeos sean capaces de obligar a sus políticos a mantener el sueño común vivo. Los mercados, los grandes actores económicos mundiales, perderían dinero con el final del proyecto europeo, pero sobrevivirían. Los grandes damnificados seríamos los ciudadanos de los estados miembros. Tenemos que ser conscientes de que buena parte de nuestro futuro se juega en cada una de esas cumbres y reuniones que mantienen nuestros líderes, aunque nuestra capacidad de influencia es reducida por el diseño gubernamental de la propia Unión.

 El futuro de los ciudadanos del continente depende que el proyecto europeo sea capaz de mantener el pulso al destino y de superar uno de los peores momentos de su exitosa historia. El futuro de la Unión Europea es el futuro de los europeos.

Feliz día de Europa

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